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Somos lo que comemos (y lo que no comemos)

La búsqueda de la perfección, la baja autoestima, la inseguridad, el consumismo y la vanidad son un coctel molotov para los jóvenes de hoy en día

Según investigaciones realizadas en Estados Unidos 10 de cada 100 mujeres jóvenes sufren de un desorden de la alimentación y la cifra aumenta cada día. A pesar de eso solo una parte de las adolescentes se ven obligadas a ir a consulta por cuadros de trastornos alimenticios como la bulimia o la anorexia entre otros trastornos emergentes como la drunkorexia. Recordemos que estos desordenes son causa de la insatisfacción con su aspecto físico, pero una pregunta que sobre todo a los padres se les viene a la cabeza es ¿qué motivos tienen estas jóvenes para sufrir dichos trastornos? Pues bien, a priori podemos culpar a la sociedad en la que vivimos hoy en día, dedicada al cuidado del cuerpo y con un prototipo de belleza muy definido (delgadez, altura y pechos grandes) pero después de estudios en mujeres con distintos patrones se ha descubierto que hay una gran coincidencia de cuadros de anorexia y bulimia con violencia familiar. Esta violencia no tiene que ser exclusivamente física, puede tratarse de problemas en el núcleo familiar como indiferencia de los padres hacia los hijos, falta de comunicación o violencia de género en el matrimonio.
A su vez puede tratarse también de un excesivo autoritarismo de la madre, la primera figura de autoridad que reconocemos. La madre le habla al niño y habla del niño. Es decir la madre decide por el niño. Muchas de estas acciones son justificadas por el bienestar del niño, aunque en realidad es un deseo personal de la madre. Llamamos a esto violencia primaria o necesaria. Esto produce una sensación en el niño de inferioridad que lo acompañara toda la vida y que provocará distintos problemas psicológicos en la persona que llegará a ser.

Dejando de lado la infancia, hay otras etapas en las que la persona puede encontrarse con obstáculos que le hagan desembocar en los mismos trastornos. En el caso de la mujer desde pequeñas se establecen unas normas que con el paso de los años y la llegada de la pubertad se hacen más severas. Tales normas son desde cómo comportarse como una “señorita”, es decir, como hablan las mujeres, como se visten, como se sientan o que cosas no deben hacer: masturbarse, mantener relaciones con chicos y en casos de un núcleo familiar con una ideología muy cerrada no sentir atracción física por una mujer. Frases como “las niñas llevan falda” o “los niños no lloran” tienen una repercusión mas fuerte de la que podemos imaginar.
Este tipo de situaciones y comportamientos familiares traen como consecuencia también no solo que la afectada sea víctima de un trastorno, si no que desarrolle conductas agresivas en contra de sus padres y hermanos o conductas de autoflagelación e intentos de suicido sobre todo en los casos más graves.
Estas conductas auto agresivas generalmente son causadas por una falta de reconocimiento familiar, en estos casos la afectada intenta ser como se espera que sea,  como su padre o su madre esperan que sea y al final exteriorizan todos estos complejos y la frustración por no ser lo que se ve en cierto modo obligada a ser con una insatisfacción con su cuerpo físico y con su persona en sí.

Como ya se ha dicho antes, con el paso del tiempo y el aumento de información que está al alcance de todos nosotros gracias a Internet, los trastornos alimenticios no son solo Bulimia o Anorexia, cada día aparecen nuevos trastornos tales como la Ortorexia que consiste en la obsesión por consumir alimentos que el afectado considera saludables, la Drunkorexia que afecta a jóvenes que reemplazan las comidas por la ingesta de alcohol o la Potomanía que es un trastorno alimentario no especificado que se define como el deseo de beber grandes cantidades de líquido, generalmente agua. A pesar de no haber encontrado unas causas concretas se ha identificado este trastorno en chicas con la intención de mantenerse en forma y no engordar.

Estos y otros muchos trastornos debidos a la insatisfacción con nuestro cuerpo están llevando dando lugar a casos tan extremos como muertes de jóvenes o degradación del cuerpo mediante el exceso de operaciones quirúrgicas. En general, mujeres y hombres con un desorden psiquiátrico son propensas a volverse adicto/as al bisturi. Siempre quieren más y más, sin recibir alguna satisfacción con el resultado. La Dismorfofobia afecta al 5% de la población mundial, pero a pesar de ser una cifra baja, por lo general quienes se someten a una operación terminan sometiéndose a dos o más cirugías plásticas.

Debemos de preguntarnos qué clase de educación queremos dar a nuestros hijos o hermanos, si los valores que les estamos inculcando son los correctos o si por el contrario creemos que ayunar, someterse a incansables esfuerzos físicos o someterse a cirugías plásticas es lo que nos llevara a encontrarnos a nosotros mismos mediante la satisfacción de gustar a los demás.

Estos caminos son riesgosos y la mayoría de veces no tienen vuelta atrás y las personas que padecen estas enfermedades lejos de estar en armonía consigo misma acaban perdiéndose a ellas mismas.

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