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OPINIÓN

EL CUERPO PARA EL HOMBRE Y LA MUJER

El atractivo nos es indiscutiblemente antepuesto ante otras cualidades.

Entrando dentro del terreno del cuerpo como objeto mítico de atracción, es inevitable tocar otros ámbitos en relación para explicar, por ejemplo, su “por qué”, su “para qué” o su “cómo”. Además, el sentido del cuerpo desde esta perspectiva nos relega a explicaciones propias de temas como los de la seducción, la atracción, y, finalmente, la reproducción humana. El arte, la poesía y la música nos lo describen; la filosofía lo piensa, las matemáticas lo miden, y la mitología lo cuenta. La historia, la cultura, la clase social y la edad son factores que lo distinguen. Y el hombre y la mujer parecen ser sus protagonistas.
El cuerpo consiste en una herramienta de la que el ser humano se vale para la interrelación y la comunicación con otros individuos. De él se adquiere la primera impresión material y tangible de lo que es “alguien”. Es, pues, una auténtica fachada de un interior, la máscara de un recóndito lugar. Pero antes que seguir con más abstracciones, es necesario definir, como Darwin clamaría, el concepto de sexual selection. Selección sexual es el nombre que toma la explicación evolutiva a las apreciaciones aparentemente subjetivas de la belleza tanto en seres humanos como en seres vivos. Son fuerzas selectivas generadas por las actividades relacionadas al sexo, y su análisis recoge lo que vendría a ser una respuesta posible al sentido del cuerpo para el hombre y para la mujer.
Algo indudable es que “seleccionamos” a las personas atractivas, y hay quien diría que ello se hace por el placer estético que conlleva mirar esta cualidad. Existen evidencias que demuestran que los caracteres y las preferencias sexuales varían en función a la población y a la cultura. Pero a esto se antepone otro hecho: de la misma forma se sabe de la presencia  de una serie de rasgos físicos constantes y afines dentro de los gustos de los hombres y las mujeres. ¿Es entonces el atractivo un motivo de gusto subjetivo? El atractivo nos es indiscutiblemente antepuesto ante otras cualidades, si bien es la que define esta lista de rasgos a nivel inconsciente.

Toman en el hombre sentido cualidades como el tamaño corporal, la constitución armónica, firme y angulosa (en forma de “V”) como rasgos de capacidad física, y las exhibiciones físicas o de fuerza. En cuanto a los rasgos faciales dominantes se encuentran las barbillas prominentes y anchas, los huesos marcados de las mejillas, las cejas gruesas y los ojos grandes. El atractivo se mide aquí en base a la idea que puede transmitir la buena dotación de genes y la actitud de “protector” de cara a la procreación.



De las mujeres se concibe otro tipo de ideas. Juventud y salud denotan aquí la fertilidad necesaria para fecundación y la concepción. Esto viene marcado por atributos como una relación de anchura de caderas y cintura, la piel sin arrugas, el pelo 

lustroso, los pechos abundantes y los rasgos faciales “neoténicos” (similares a la de los niños), como los ojos grandes, la barbilla corta y estrecha y los labios gruesos. La atracción entre hombres y mujeres se deja conducir a su vez por la acción de las hormonas (andrógenos y estrógenos, respectivamente), pues son los responsables de los caracteres propiamente masculinos y femeninos.



 

A esta anatomía tan funcional se le une, desde tiempos remotos, las formas del movimiento del cuerpo. La oscilación de las caderas, la extensión de la pierna a cada paso en su totalidad y el movimiento pendular de los brazos sin separarlos describen a la mujer que, desde el punto de vista evolucionista, se ha valido de este estilo de caminar para atraer a los hombres. Por su parte, los hombres, desde el parecer de la psicología, intuyen la acción de andar de forma más utilitaria, con el propósito de lograr una función específica: trasladarse de un lugar a otro. Caminan pues más rectos y lineales.

Los caracteres sexuales, a pesar de todo, no prevalecen en la actualidad como una forma tan primordial de origen del éxito reproductor y de determinación de atracción. Las preferencias aún se mantienen a causa de nuestro pasado evolutivo, pero en el convergen, como muchos sabemos, otras cualidades.

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